Lánguida Noche

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Lánguida se hizo la noche. Un temeroso titubeaba, una hoja a medio cincelar y el reflejo de la pluma se dibujaba en ella ahondando aún más el tormento al no poder escribirle.

Anémica  noche de inspiración pobre, el cenicero yace colmado, única compañía taciturna, se erige entre humo y frío el monumento al infecundo paso del tiempo.

Perpetúa noche, la copa a medio llenar, destellos de tinta por do quiera y la figura de unos labios pintado en un pañuelo que arrugado como una naranja sin jugo reposa junto al escrito incompleto.

Fatigada y yerta noche, de ambiente pastoso, nube gris de cigarro atiborra el recinto y se abre paso la tormenta de pensamientos inconclusos y abstractos, una horda de ideas anarquistas que renglón adecuado no aciertan.

Noche de desvelo extenuado un cuerpo en posición fetal abandonado como un añejo mueble  a la desidia del tiempo yace, postrado sobre el lecho desértico,  su piel reclama silente, esa espalda, ese olor, ese aliento.

Lánguida la noche y el pintor de letras yace hincado y aprieta entre sus brazos un abrigo que aún conserva su perfume, su último tesoro, el único fantasma que no le permite ahuyentar el recuerdo.

David Felipe Morales

20 de Noviembre de 2013

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