Y si le digo que ya me hace falta, aunque en mis ropas y manos vestigios hay de su perfume, y en mi piel el sabor de sus besos está latente…
Y si le cuento que la desdicha de a pocos me comprime entre sus fauces, como animal ávido a su presa, pese a que toda la tarde anduve de su lado mirando el atardecer, sintiendo su belleza y el sonido de sus pasos, que a su lado se hicieron más que bellos entre arreboles y la brisa serena de esta ciudad…
Y si le expreso que hay un vacío que no se llena y que de repente la soledad golpea como el viento a esa ventana abierta que siempre queda tras su partida…
Y si quedamos en vernos otra vez y que mientras decido llamarle para requerir otra cita, trato en vano de ocultar las ganas de pasar más tiempo a su lado…
Y si le confieso que me hundo de a pocos en una realidad cuasi paranoica, donde los colores se deslíen, una ansiedad sin causa evidente me aturde, el reloj se hace hostil y la brisa de tarde es molesta y pega hasta los huesos…
Ya lo sé, son sólo momentos, efímeras medidas de tiempo, que fraguan algo más adentro de la piel, un suave bienestar se encuentra a su lado y que me viene bien, y me distrae de los pensamientos que por su repetitivo trasegar disgregan y mal forman mi visual ante la existencia.
Y si mientras decido encajar de manera correcta las palabras, mas bien, llega el día del sutil percance y logro volverla a ver, ¿qué le diría si hasta el silencio es preciado a su lado?
David Felipe Morales
4 de Octubre de 2015